acrílico sobre lino-100x160 cm. 2014
Con la avidez de la reflexión apasionada, el mecánico observaba el intenso trabajo del motor; la máquina trabajaba a bajas revoluciones y ahogadamente, por la sobrecarga. Yo palpé el cuerpo de la maquina, noté que se calentaba mucho y sufría. El aguardiente explotaba en sus cilindros con dura fiereza, pero el lubricante, de mala calidad, no se sostenía en las partes en fricción y no los envolvía con su tierna película. El motor trepidaba en su marco, y una fina voz proveniente del interior de su mecanismo advertía sobre un mortal peligro. Yo comprendí a la máquina e interrumpí aquella dañina marcha en seco. Luego quitamos el cárter de la rueda que servía de bomba centrífuga, bajé a cuatro el número de hélices en la rueda y volvimos el cárter a su lugar. Yo quería disminuir la carga del motor, para que alcanzara mayor velocidad, lo que haría que cuatro hélices trabajaran mejor que siete
ANDRÉI PLATÓNOV
LA PATRIA DE LA ELECTRICIDAD